miércoles, 26 de marzo de 2014

DON ADOLFO SUÁREZ, EL PRESIDENTE DE TODOS LOS ESPAÑOLES

Pudo prometer, prometió y cumplió


Y Ustedes Sres. Gobernantes …


España llora más de lo que es consciente; su alma está herida más de lo que percibir puede: un gran hombre y un gran político ha dejado de estar entre nosotros para unirse a su Creador.

No eran otros tiempos, en los que todo era distinto; no eran otros tiempos, en los que todos perseguíamos un único fin. Eran tiempos muy, pero que muy delicados, en los que el Ejército y otras fuerzas políticas extremistas, por el cauce del río vital de nuestra España iban moldeándose al nuevo discurrir del cauce y al nuevo horizonte que había abierto las puertas a una España merecedora de Libertad, Democracia y políticos con dignidad.

Como en el transcurrir de un pasaje musical la armonía entraba al son de S.M. El Rey Don Juan Carlos I de España, miembro de la dinastía borbónica. Su tempo fue prudente y muy bien asesorado, sin notas desafinadas, sin estridencias y con una elegancia que dejándose llevar por el fluir de las aguas de ese cauce, estaba cimentando las bases de una España Democrática, Libre y sobre todo Digna. A esa línea melódica se le unió un titán desconocido, yo creo que hasta por él mismo, en lo referente a sus capacidades, como las del hombre que sólo las descubre en los momentos en los que se juega el ser o no ser, esa línea melódica era la de D. Adolfo Suárez. No era sólo su sonrisa que lejos de dar tranquilidad, lo que hacía era alentar, ilusionar y dar fuerzas para todos juntos ser los protagonistas del nacimiento de una España libre y democrática.

Habría escollos lógicos: Carlos Arias Navarro, Torcuato Fernández Miranda y tantos otros, los cuales hasta el buen hacer de nuestro Presidente quedaron en su más altísimo punto de reconocimiento, agradecimiento y respeto. Ni una palabra descortés, ni un reproche: ése fue nuestro Presidente, el de todos los españoles.

La Iglesia también era un escollo, pues había sido en la Dictadura de Franco un pilar básico en la estructura fundamental del Estado, y un hombre de Dios, como el Cardenal Tarancón, hizo mucho para que el cauce del río no perdiera ni una gota y que, si una saltaba más allá de lo que debía, fuera para dar alimento a alguna azucena o flor que adornara el riachuelo que comenzaba a formarse en esta nueva España.

En la sociedad actual, más aún en los dos últimos siglos, se denota cierta tendencia a encumbrar post obitum a todos los que de alguna forma han contribuido con su esfuerzo y su trabajo a hacer de nuestra España, un país digno, con Democracia, Libertades y Derechos reales, no virtuales. No digo, en modo absoluto, que ello sea incorrecto; más bien al contrario, debería ser la norma a cumplir, pero… Sincera y no de cara a la galería. Don Adolfo Suárez fue un hombre que no se achacó en una de las encrucijadas más delicadas de la Historia de España, estando no sólo a la altura de lo necesario, sino superando las necesidades del momento, no para su propio bien y gloria mundana, sino para el bien de su País, de su nación, de nuestra Espa´aa de﷽﷽﷽﷽tra Espao, sino superando las necesidades del momento, no para su propio bien y gloria mundana, sino para el bien de sña democrática y parlamentaria, frente a un Leviatán de cuarenta años de Dictadura, con sus cosas buenas y sus malas, y que por inercia e instinto institucional de supervivencia se resistía a ser aniquilado legítimamente como se realizó de forma ejemplar en las Cortes españolas con la Ley 1/1977, de 4 de enero para la Reforma Política, aprobada el 18 de noviembre de 1976 por las Cortes Españolas y sometida a referéndum el 15 de diciembre de 1976 con una participación del 77% del censo electoral y un 80% de votos a favor. Una Ley Fundamental del Régimen Franquista que desde su propia legitimidad y con el coraje y concordia de todos los españoles, encabezados en gran medida por SM el Rey Don Juan Carlos I y Adolfo Suárez, daba carpetazo a un régimen dictatorial de 40 años.

No podemos olvidar la apertura a los ausentes que debían estar presentes en esa España de reconciliación: Santiago Carrillo, Felipe González y Manuel Fraga. Ellos, junto a Suárez y a S.M. el Rey (y en gran parte gracias a gestiones de muchos hombres de alta dignidad, entre ellos el propio Cardenal Tarancón… y seguro que muchísimos otros que por mi ignorancia desconozco), España comienza a renovarse y a tomar, gracias a esas hábiles, prudentes y responsables acciones de estos Caballeros de España, un rumbo cierto, ilusionante y esperanzador para TODOS,  siempre bajo el signo de la Concordia y ante la ausencia del Rencor; con la Ilusión de crear una nueva y Digna España

No se trata en el día de hoy de ensalzar el espíritu democrático que aunó a todos los españoles para con la Constitución de 1978; tampoco se trata de enfrentar con “memorias históricas zafias” que distan muchísimo del espíritu de perdón, reconciliación, sino de mirar hacia delante: eso fue lo que que representó el Presidente Suárez en cada momento de su vida. No seré yo que diga que la memoria histórica es indigna o injusta, pero sí que digo que jamás lleva, ni llevará nunca a la reconciliación, pilar básico para el que dedicó este hombre, Adolfo Suarez, cada minuto de su vida dedicada a su España, nuestra España, en la que él forjó, junto con sus colaboradores y todos los españoles de la época una transformación tan maravillosa como la de hacer un sueño realidad, con inteligencia, perspicacia, respeto, tolerancia, concordia... Tantas virtudes puso este hombre y las circunstancias históricas del momento en funcionamiento, que lo convierten en un hombre irrepetible en la Historia de España y de Europa. No olvidemos que 40 años de Dictadura contra pocos años de una democracia aún débil no son armoniosas melodías de sirenas, sino lo que vino en un momento dado a definirse en “ruido de sables”. Suárez con dignidad y paralelamente aunando la ilusión de unos ciudadanos españoles entregados a su carisma, determinación y valentía lidió unos toros que eran gigantes atroces como sacados del Ingenioso Hidalgo Cervantino. Con una salvedad que lo hace aún más digno: cuando vio que él podía ser el problema, no dudo ni un instante en dejar la Presidencia.

Si comparamos a Kennedy, Churchill y algunos otros grandes gobernantes de la Historia contemporánea, todos ellos, al verse cara a cara con Don Adolfo Suárez, quedan minimizados, sin quitarles en lo más mínimo mérito alguno.

Su sonrisa, su mirada pícara y su espíritu de ver en cada escollo un desafío para superarlo, no por gloria propia, sino por el bien de su país, han hecho de este hombre uno de los más grandes gobernantes de la Historia de España. Siempre su país fue antes que él, siempre su vida estuvo al servicio total y absoluto a España. Cada montaña inexpugnable, cada escollo peligroso se transformaban no en un reto para él, sino en un reto para toda España. Y ello se debía a su capacidad de comunicación: ¿cuántas veces hemos visto otros presidentes dirigirse al pueblo por TV simplemente por toma de decisiones, haciendo copartícipes a los ciudadanos de ese reto? NINGUNO. Esa es la diferencia y eso es lo que distingue a un gran hombre de Estado de un simple Presidente de turno, sea del partido que sea.

Su simpatía, su cercanía, su mirada, su contacto (observen los vídeos que saldrán a buen seguro durante semanas) eran lo que hacían a este hombre el JFK español, el garante de que íbamos por buen camino. Todo ello lo debemos a la decisión no fácil de desbancar a Arias Navarro del Gobierno, por parte de SM el Rey, acción en la que se ponía mucho en juego, pero que con valentía y decisión se realizó con éxito.

Me produce profunda tristeza ver cómo le rinden homenaje merecido con sus palabras políticos como Cayo Lara, Rajoy, Pérez Rubalcaba… Pero es justo y necesario pasar por esa breva, ya que son los que hemos llegado a tener en el poder.

España tiene futuro y gente preparada, capacidades para crear y ver nacer en su seno hombres de Estado y no de Partido. Esperemos que el futuro que nos depara Dios, sea más generoso y vuelvan a aparecer gentes de bien como D. Adolfo Suárez.

Ningún político en la Historia de España ha conseguido más consensos que este caballero; ningún político español. Un político que, ante el peligro de que aparecía inminente en un momento dado una invasión de marroquíes en Ceuta o Melilla, comunicó a Rabat que a la primera incursión que hubiera en territorio español daría orden de bombardear la capital marroquí.

Suárez legó la solidaridad y unión, junto con SM el Rey D. Juan Carlos I, a los españoles. Esperemos que se le haga homenaje con el ejemplo y el recuerdo. Puso a España siempre antes que a él y eso le honra y lo pone en el mayor de los pedestales de los grandes políticos del mundo contemporáneo. En este caso, quizás no por la grandeza que representaba España en aquel momento, pero sí, en la dificultad que entrañaba pasar de una dictadura de 40 años a una Democracia de todos (exiliados, condenados políticos, afines y no afines) en cuestión de meses. Su lealtad a la Corona fue infranqueable e indestructible, su honor y dedicación a su país fueron su vida, su legado: un modelo ideal que no somos ya dignos de alcanzar por haber caído tan bajo.

La Democracia en España Sres. se la debemos a mucha gente, pero no podemos obviar que al que más es a Don Adolfo Suárez. Ya no sólo Suárez, sino su partido , la UCD, en palabras ayer dichas a la puerta de la “Clínica Cemtro” por el Presidente Aznar “merece ‘un puesto de honor’ en la Historia de España y de su Democracia”.

Este país y así lo han acreditado insignes como Quevedo, Unamuno, Pío Baroja, Ortega y Gasset y… Nunca acabaríamos: el primero Don Miguel de Cervantes y su Don Quijote. Este país –decía- se caracteriza por olvidar muy fácilmente a los hombres de bien, supongo que porque la mediocridad, que es el terreno pantanoso por el que discurre el andar de nuestra España, teme de los valientes y de los que dan la cara, cual Quijote noble por los demás. Espero que la Historia, aunque sea una vez en la vida de esta Nación, España, ponga en el sitio donde se merece a Don Adolfo Suárez.  En el encabezamiento, pongo “pudo prometer, prometió y cumplió”. Los que se dedican a la política ahora, circunstancia que dista mucho de ser un político u hombre de estado, prometen mucho, aunque sepan a ciencia cierta que no pueden… Lo de cumplir, dejémoslo estar.


Señor acoge en tu seno a un español que quiso a sus conciudadanos, busco siempre los puntos de encuentro y jamás usó de la palabra para herir o separar, sino para unir y hacer que la ilusión de unos pocos fuera la de todos. Descanse en Paz.

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