jueves, 11 de septiembre de 2014

QVO VADIS CONSCIENTIAM





Las líneas que ubican la frontera entre lo justo y lo injusto; lo moral y lo legal, muchas veces se sumen en una neblina tan espesa como la viga que tiene el ser humano en su propio ojo y que se engrandece a medida  que le conviene a aquél para, no hacer la vista gorda, si no pasar absolutamente de un mínimo examen de conciencia que le reubica o encauce de nuevo en el recto camino, al menos en el camino de la no beligerancia con los que forman parte de nuestras vidas, cercanos o más lejanos, pero en cualquier caso copartícipes de nuestra existencia. El hombre, como ser individual, es punto de partida de los más interesantes planteamientos antropológicos e incluso teológicos, pero hay fronteras que se deben tener claras por el bien del prójimo, que al final es bien nuestro, pues quien hace daño al final es el que más sufre. Es un común denominador en el crisol de morales religiosas de la humanidad: unos lo llamarán justicia divina, otros karma, otros… Qué sé yo, pero como dijo Ulpiano, refiriéndose a los principios inamovibles y que por propia conciencia se aceptan como tales “Ius Naturae ist quod animalia racionalia docuit” el problema es cuando el concepto animalia racionalia en nuestros días se diluye y a veces un can parece tener más racionalidad y sentido común que su dueño.

La consciencia no es un sujeto autónomo [1], el pensar que es autónomo sería abrir el camino a su propia absolutización y posteriormente a un idealismo sin sentido, pues llegaría a concebírsela como un sujeto único de todos sus contenidos. Eso considero que es erróneo, siguiendo las palabras y reflexiones del Cardenal Karol Wojtyla antes de ser elegido Papa en la obra referenciada en la nota a pie de página. De hecho el Luciferismo nos dice “Homo est Deus”, sería el corolario del erróneo camino antes mencionado.

Criticar, dar “sermones” sobre lo que debe ser la vida de los demás, todo ello para auto complacerse y, cual placebo maligno, evitar tener que hacer examen verdadero de conciencia de nuestras propias injusticias, las que cometemos nosotros, nuestros defectos, todo ello, está al orden del día.

No será aquí que niegue yo que podemos cometer errores y que muchas veces nuestros amigos y conocidos se encuentran en conductas que no son las correctas y es honrado dar la señal de alerta acerca de éstas, pero… La conciencia, la Fe (si se tiene), la moral, llamémosle como queramos, debe guiar nuestros actos no por simple prudencia, sino por el cariño que debemos tener a esa persona que, a nuestro entender yerra.



En el Evangelio según San Mateo (18, 15-20) se nos dice:

“Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".


Muchas veces, vemos que el problema surge (y es un dato que no se debe pasar por alto, en mi humilde opinión) de la multitud: cuantos más somos, peor. Es como si nos degeneráramos, en el sentido psicosocial freudiano[2] unos con otros “leviatánicamente”, por emplear una palabra que recuerde a Hobbes, frente a Rousseau.

El propio Papa Francisco [3] en la misa celebrada en la mañana del sábado 13 de abril de 2013 en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, habló de muchos puntos relacionados con el hecho de la “habladuría” y su efecto nocivo, pero es curioso el hecho de que acertadamente como no puede ser de otra manera, señala que el problema surge paralelamente con el crecimiento cuantitativo en los primeros días de la Iglesia Católica. Se cita el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-7) en la citada Misa, en el que se nos dice que los de lengua griega murmuraban contra los de lengua hebrea” porque en la asistencia cotidiana se desatendían a la viudas. Cuanto mayor es el número, mayor es el efecto psicosocial en la masa y normalmente –y recuerdo de nuevo a Hobbes- no suele tener mejor efecto lo bueno, sino lo malo. La maldad siempre se abre paso entre la vegetación “in hac lacrimarum valle”. Algo debieron hacer los Apóstoles, y así fue, pues Éstos convocaron al grupo para dialogar, palabra que hoy en día se usa mucho de manera inversamente proporcional a lo que verdaderamente se respeta. Cuando hay dificultades hayt que afrontarlas; no esconderlas. Como dice Su Santidad en esa citada Liturgia, se trata como de la labor del portero de un equipo de fútbol: recibe el balón de donde venga. No vale decir que no a un balón que venga raso, porque se le da bien y uno alto, no. Todos o… Gol. Está claro que nuestra portería está desierta de portero y los balones entran por doquier. La labor de los Apóstoles era la oración y para atender a las viudas, se crearon los diáconos. No aplazaron la propuesta, ni la “traspapelaron”, la afrontaron. No hay que tener miedo a los problemas, esa frase resuena armónicamente junto al eco de las palabras de San Juan pablo II en ese enérgico y sempiterno ya “No tengáis miedo” que a día de hoy aún me pone la carne de gallina. Maquillar la vida, como señala el papa, no lleva a nada, la vida es como es y hay que afrontarla y, si es como cruz, hay que sentirse dichoso y agradecido de poderla llevar, cuántas veces nos hubiera gustado ser Simón de Cirene en ese Via Crucis que tanto significa y tanto representa para la Humanidad, incluso para los no católicos y simplemente por curiosidad. Las religiones, todas ellas llevan mensajes que apelan a la conciencia y corazón del hombre, no son tan distintas como quieren algunos. El Ecumenismo ahí juega una gran responsabilidad, bueno, al menos debería. Y esto ya se vio en los ojos y corazón de un hombre del siglo XIII, el Beato Ramón Llull, poniendo una primera piedra, aunque fuera reflexiva, sobre la labor ecuménica.

La Humanidad siempre tiene una mancha en forma de lacra, una maldad que va inherente a la conciencia… No está de moda creer en el Diablo, en el Maligno, pero el Maligno existe aunque miremos a otra parte, como el portero de fútbol ocioso o irresponsable. Está allí y hay que estar alerta. Si los hombres y mujeres ante hechos que cogen como pretexto quisieran ser verdaderamente Hermanos, y en ese concepto no hay catolicismo, éste abarca desde la Masonería, hasta lo más oscuro: hay órdenes como la Ordo Templi Orientis, la Astrum Argentum, o incluso las Satánicas que hablan de “frater” al referirse a los miembros de esa congregación, pero… Qué fácil es apelar al “derecho de Hermano” sólo cuando conviene mientras que muchas otras veces se nos lleva a hacer “el primo” con actitudes y obras que nos obligan a reflexionar y tener que mentalizarnos de un binomio necesario “caritas sed prudentia”.

Es muy fácil injuriar, alimentar el rumor y hacer mal a una persona sin que ni siquiera ella lo sepa (ese es el “deporte” más practicado, pues es gratis, pero sus efectos son humana y públicamente devastadores). No hablo sólo de moral Señores, el propio código penal condena en su art. 208 y siguientes la injuria y la calumnia. Y tengamos en cuenta que no distingue entra falsedades y verdades, pues la verdad también mal usada puede hacer mucho daño si se usa malignamente.[4]

Imaginemos un asesino, que ha cumplido con su pena y se ha rehabilitado, fue un hecho desafortunado y execrable, pero juzgado, condenado y dicha condena cumplida. Si diez años después de su libertad, cuando quiere recomponer su vida siempre le ponemos la espada de Damócles sobre él diciendo “ése fue / es un asesino, porque … (etc. y ya sabemos que ese etc. nunca es fiel a la verdad sino muy al contrario malintencionado y con la mayor carga posible, pues parece ser que quien lo dice, cuanta más gravedad resalte del hecho en sí mayor atención recibirá). Por eso titulo este artículo con el “Qvo vadis conscientiam” Si realmente preferimos escuchar lo malo del prójimo –ya no hablar de lo malo de la gente-, qué podemos esperar, qué hacemos, a dónde vamos co nuestra consciencia. Produce mucha tristeza y es cierto que la Justicia humana siempre dista mucho de la divina, no somos Dios, pero… si ya ni la tenemos de referente, perdemos el rumbo y sin rumbo nuestra sociedad va a lo que va. No hace falta hablar de programas que ocupan franjas horarias de más de 6 horas y se dedican única y exclusivamente de ventilar rumores, mentiras o verdades hirientes de la vida de los demás… son franjas horarias de éxito de audiencia, lo cual demuestra que nuestra sociedad tiene un cáncer.

Para terminar, permítanme que lo haga con algo que me sucedió a mí. Veía un programa en el que un conocido presentador de humor o de los mal llamados programas de humor entrevistaba a un hombre de lo más ridículo que decía ver ovnis y ángeles, y otras lindezas, era –debo reconocerlo- de los más esperpéntico y ridículo, un verdadero homenaje a Valle Inclán (por lo esperpéntico). Yo reía sin parar y un hombre a mi lado de más de 60 años miraba serio el programa conmigo… lo miré y sólo su cara de descontento y cierta tristeza me hizo parar en seco mi risa. Le pregunté “qué sucede, ¿no te gusta? “ me contestó, en este programa se están riendo de un pobre hombre que no es consciente de su ridiculez, me lo dijo sinceramente y con tristeza: me avergoncé de cada segundo que había pasado riéndome a carcajadas de lo que se emitía. Me sentí triste y muy avergonzado de mí mismo. Era un programna concreto y de esto hace tiempo: ahora ya no hablamos de programas, por desgracia, ya hablamos de canales de TV.

Ojalá cambiáramos, ojalá nuestra sociedad se sometiera a la globalización, sí , pero a la globalización del amor al prójimo, de la caridad, de la condescendencia y respeto mutuo… Pero parece que lo otro es más cómodo. Sin duda tenemos la libertad de elegir, pero con responsabilidad. Eso da miedo y no sólo lo recuerda Erich Fromm en su libro “el miedo a la Libertad”. En palabras del propio Fromm, el hombre es a la vez lobo y cordero, de nuestra libertad a elegir depende… Pero debemos asumir las consecuencias: sociales, morales, religiosas, etc. Nada es gratis.

10 de septiembre de 2014 
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[1] “Persona y acción” Karol Wojtyla (San Juan Pablo II) Ed. Biblioteca Palabra, Madrid 2011
[2] “Psicología de las masas” Sigmund Freud, Alianza Ed., S.A, Madrid 1970
[3] “L’Osservatore Romano” Ed. 20.02.2013
[4] Si es verdad que opera la “exceptio veritatis”, ésta consiste en que, si el acusado de injuriar demuestra que lo que dice es verdad, no tendrá responsabilidad penal, ni civil, pero… Cuidado, sólo en el caso de que la acusación o rumor emitido fuere sobrela actividad de “funcionarios públicos” y sobre  “hechos concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos a la comisión de faltas penales o infracciones administrativas”. Muchas veces decir la verdad en forma de rumor puede hacer tanto o más daño que mentir con animus laedendi.

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